Apenas se abrió la puerta, Boiling ya estaba pasando. Casa Donado 831 no es un restaurante, tampoco una galería, ni una casa cualquiera: es un lugar donde todo convive sin esfuerzo. Objetos de otros tiempos, autos clásicos, una cava subterránea, conservas caseras para llevar; un diseño sin alardes y una cocina a la vista en el segundo piso donde Ale Langer y Nicolás Díaz Martini hacen lo que quieren (por suerte) y fue puro fuego (literal).
No hay lugares asignados ni platos con nombre. Acá las cosas aparecen. Una panera con babaganush ahumado fue la bienvenida. Fue una fiesta que vivimos con una copa de Luigi Bosca en la mano, un smörrebrød en la otra, y viendo a la gente charlando como si se conocieran de antes. Spoiler: no.
Entre los platos, no faltó el smörrebrød de lacha a la mostaza (clásico de Sál) ni el de ciervo con chutney de tomates, el guiño. Aplausos de pie para la pesca curada y la pesca rebozada con miel, servida en modo “paleta de helado”. El cordero prendió fuego todo, una locura.
Todo se compartía: el vino, las charlas con desconocidos, los pasos, la música. Boiling es eso. Una experiencia donde la cocina pasa delante tuyo. Sin protocolo, sin filtro.
Y la mejor noticia: esto recién empieza.
Las fotos de este artículo fueron tomadas con un Moto g54 5G de Motorola Argentina





