La vendimia nocturna no se cuenta: se vive. Y eso fue exactamente lo que hicimos en una de las noches más especiales del año para Bodega Dante Robino.
La jornada empezó temprano, con una caminata por una de las fincas donde crecen algunas de las variedades emblema de la casa. Entre hileras de malbec, bonarda y chardonnay, conocimos de cerca cómo se viene trabajando esta cosecha. El sol pegaba alto, pero ya se hablaba de lo que vendría después: la cosecha nocturna.
Antes de que caiga el sol, subimos a un globo aerostático que despegó desde el viñedo. La vista fue corta pero inolvidable: las hileras perfectamente alineadas, el aire fresco bajando, y un atardecer que pintaba los Andes de naranja.
Ya con los pies en la tierra, empezó lo importante. Cuando baja la temperatura, la uva alcanza su mejor momento para ser cosechada. Por eso, en Dante Robino la vendimia empieza de noche. Nos sumamos al equipo con linternas y canastos, y compartimos ese primer tramo del corte manual, donde cada racimo se elige a mano y se coloca en cajas pequeñas para evitar que se dañe.
El trabajo es silencioso, casi coreografiado. Las uvas llegan a bodega frescas, sin sol encima, con sus aromas intactos. Es una forma de proteger lo que la vid trabajó durante todo el año.
La noche cerró con un asado bajo las estrellas, copas en mano y canciones en el fogón. De esas experiencias que mezclan el trabajo, la celebración y el vino, y que se quedan en la memoria.
Las fotos de este artícullo







