Amor a primera copa

El amor a primera vista existe. No tengo dudas de eso. Me conquistó la primera copa que probé en Club Tapiz, y tres días en Mendoza me bastaron para saber que no fue un amor de otoño, sino uno de esos que son para toda la vida. Vinos, montañas, más vinos, una gastronomía impecable basada en productos de estación, bodegas con historia, olivas, huertas y anfitriones de lujo, fueron los ingredientes justos para una experiencia difícil de olvidar.

Llegué a Mendoza de la mano del festival ALMAlbec, un festival de maridajes entre restaurantes y bodegas mendocinas que tuvo este año su segunda edición. Durante tres semanas, 42 restaurantes y bares ofrecieron un menú combinado con vinos malbec, con precios promocionales y estilos muy variados. Las opciones fueron desde tapas, o una empanada con un vaso de vino, hasta los mas sofisticados menús de pasos. Una propuesta que busca posicionar a la  región como el principal destino del país para el turismo enogastronómico (la tercera edición ya tiene fecha: será entre el 12 de abril y el 3 de mayo de 2020).

Durante tres días, tuve la posibilidad de probar ocho restaurantes, aprender sobre elaboración de vinos tranquilos, espumosos y aceites de oliva, y compartir una cena con  Alejandro  Sejanovich, uno de los enólogos más importantes de Argentina, como parte  del ciclo Entrecopas que organiza el Sheraton. Acá les comparto un breve resumen de cada uno.

Día Uno

Primera escala: Club Tapiz

El Club Tapiz está en Maipú, ubicado en una antigua residencia construida en 1890 y declarada patrimonio histórico, arquitectónico y turístico en 2006, rodeada por 14 hectáreas de viñedos y olivos. Allá funciona un hotel boutique y está la antigua bodega, en la que se elaboró vino hasta el 2002. Además, hay un salón de fiestas decorado con un mural del artista local Sergio Roggerone (autor también de la lámpara que cuelga sobre el salón, realmente hermosa), y se producen los vinos espumosos de la bodega, siempre con el método champenoise. La finca tiene también la planta olivícola, y sus aceites son deliciosos.

Pero lo que nos llevó hasta ahí fue el restaurante, comandado por Soledad Nardelli y con la reciente incorporación de Saul Sulaiman (ex cocinero de Pan y Oliva, en Bodega Zuccardi). El menú preparado para Almalbec tenía dos opciones. Un menú de pasos, a $1.400 pesos (maridado con Malbec Rosé de la línea Zolo, Malbec reserva y Espumante Malbec Rosé), o la opción que elegimos, una tabla con variedad de fiambres y quesos (los de cabra son de “Delicias Caprinas”, una productora local), olivas, frutos secos, conservas y panes artesanales, que merecen un párrafo aparte. La tabla venía acompañada de una copa de Zolo Malbec, por un precio total de $650.

 


Segunda escala: Ruca Malen

Quien hace unos años le otorgó al restaurante de Ruca Malen la medalla de oro como “Mejor Experiencia en Restaurante de Bodega del Mundo” seguramente no exageró. Es cierto que no conozco todos los restaurantes de bodegas del mundo (ni siquiera todos los de Mendoza), pero la experiencia en la bodega es sencillamente perfecta.

Con una vista privilegiada a la cordillera, la huerta y los viñedos, la cocina de Lucas Bustos y Juan Ventureyra se destaca por los productos, casi todos de su huerta. Recorrerla es, para mí, una parte esencial del plan. Los aromas de las cientos de variedades de especies, hojas, tomates, semillas, zapallos y otros  vegetales que cultivan allí y la dedicación con la que Juan -un autodidacta, devenido en experto en botánica- mira y mima a cada una de ellas, te llenan el alma y funcionan como aperitivo: después de ver y oler los productos, todo lo que querés es probarlos.

El menú es un recorrido hermoso de siete pasos, con platos tan bien decorados y llenos de color que costaba elegir qué mirar, si las montañas o la comida. Incluía ricotta casera, una sopa de cebolla,  fiambres y conservas hechas en el restaurant, n’duja tan rica como la que se come en Calabria y, de principal, un filet mignon con el que todavía sigo soñando. Al punto exacto en el que a mí me gusta. El postre? Una combinación perfecta de chocolate y hongos. Y, para el café, mignardises presentadas sobre una obra de arte. Como para que el final te deje tan encantado como el comienzo.

Párrafo aparte para los vinos: más allá de que el festival está pensado en torno al Malbec, bien valieron las excepciones. Nos recibieron con burbujas y seguimos con una copa de Chardonnay de la serie Terroirs, un Extra Brut, Ruca Malen Malbec 2016, Kinien Malbec 2014,  y el bonus track: pudimos probar cosechas 2002 y 2003 de Kinien Malbec, un lujo de verdad.


Tercera escala: Entre Copas

El ciclo Entre Copas, en el restaurante Mirador del Hotel Sheraton, propone cenas todos los meses en las que reconocidos enólogos cuentan las historias detrás de sus grandes cosechas. Durante mi estadía, el protagonista fue Alejandro Sejanovich, que compartió vinos y anécdotas de su proyecto “Tinto Negro”, para acompañar el menú de Martín Chacón.

Así, probamos Malbec y Cabernet Franc del Valle de Uco, Malbec de Limestone y Finca La Escuela, y platos entre los que se destacaron el risotto de girgolas y portobello, y el coulant de chocolate semiamargo. Charlar con un genio de los vinos, comer cosas ricas y disfrutar de una vista maravillosa desde el piso 17 del hotel, una gran forma de cerrar el día.

El próximo Entre Copas será el 27 de junio con Karim Mussi, creador de los vinos Altocedro.

 


 

Día dos

Primera escala: Terrazas de los Andes

Esta bodega, perteneciente al grupo Chandon, se destaca no sólo por la elegancia de sus vinos, sino por el glamour y el buen gusto de sus instalaciones. Tiene un petit hotel espectacular, de esos a los que uno siempre sueña con ir; jardines de película, y una experiencia muy completa para el turista, que puede ver el proceso de elaboración de los vinos y las barricas de distintos tamaños en los que se guardan las diferentes líneas, para aportarle a cada uno su carácter particular.

Terrazas debe su nombre a las diferentes alturas a las que están ubicados sus viñedos, distribuidos en varias regiones de Mendoza, lo que les permite tener variedad de terruños,pero su sede está en Lujan de Cuyo. Allá, además del hotel y la bodega, funciona su restaurante.

Fuegos y huerta en el jardín, un salón cálido y elegante en el interior, y una cocina espectacular a cargo de Noelia Squizzatto, que estaba justo cambiando la carta con los nuevos platos de otoño. Por suerte, como nos tocaron días soleados, pudimos comer en la barra que da a la parrilla, una suerte de “chef table”. Para Almalbec, la propuesta fue, a mi entender, una de las mejores en relación calidad/precio. El menú de tres pasos con maridaje tenía un valor de 900 pesos y tenia de entrada un steak tartare con crema de pimienta y huevos de codorniz (no entiendo cómo en Argentina no comemos más tartar de carne, con lo rico que es); lomo veteado con manteca de hierbas y vegetales asados, y una mousse de chocolate con sal y macarron de frambuesa, que parecía recién traído de París. Yo, además, probé los raviolones de chivo (en la nueva carta se presentan como lasagna, y son deliciosos).


Segunda escala: Rosell Boher Lodge

Lo dije y lo repito. Si alguna vez no saben dónde estoy, búsquenme ahí. El Rosell Boher Lodge es de los lugares más lindos que conocí en mi vida, y sus villas invitan a ir y quedarse por lo menos a pasar una noche  (o dos, o tres…).

Para llegar, hay que hacer tres kilómetros de ripio desde la ruta, que te aportan esa mágica sensación de estar en el medio de la nada. El camino desde la entrada, prolijamente cuidado -con un boulevard de olivos y los viñedos a los costados, forma un paisaje increible, sobre todo en otoño. Y el Lodge -construido en madera y piedras, con un buen gusto que no deja de sorprender, una piscina que invita a tirarse y una laguna que lo rodea es, literalmente un sueño. Tiene algunas habitaciones y las villas, casas individuales con cava subterránea y terraza con fuegos y yacuzzi,  que se pueden reservar desde 500 dólares la noche. El lodge también tiene spa y una cava donde se hacen degustaciones de los distintos vinos y espumosos de la bodega -que este año cumple 20 años.

La visita al restaurante fue otro de los picos altos del viaje. Lucas Olcese -chef ejecutivo- y su equipo, me sorprendieron con un menú bien argentino pero sumamente sofisticado y con porciones contundentes. De entrada, pastelitos de entraña asada con salsa criolla. El plato principal, un filet de ternera en croute de hierbas frescas, provolone y pistachos (una locura), con hierbas de estacion y crema de remolachas. Y el postre (hubiera comido diez), mousse de chocolate y grappa con texturas de frutos rojos. Más allá de que la bodega se destaca por sus burbujas, que son de las mejores del país, los malbec de la línea Casa Boher son muy buenos. Y la vista desde el salón, con los colores del otoño pintando el paisaje, hicieron la experiencia aún más linda.

Rosell Boher es, definitivamente, un lugar donde el amor está en el aire; un lugar para volver.


Tercera escala: Trapiche

Trapiche es una de las bodegas con más historia de Mendoza. Desde hace varias generaciones, viene siendo sinónimo de vino argentino. Y gran parte de esa historia se puede ver en su museo del vino, en el que además de ver la producción actual, tienen a la vista los viejos trapiches y despalilladoras que usaban en la década del ‘30.

Es, además, una de las pocas bodegas que abre de noche, y la iluminación de su edificio principal le da un encanto especial. Durante el festival Almalbec, fueron sede de una feria de Malbec al atardecer, con música, sandwiches y fogones para sentarse alrededor. Planazo para un viernes a la tarde/noche.

Su restaurante fue elegido el año pasado como “Mejor Experiencia en Restaurante de Bodega del Mundo” y está a cargo de Lucas Bustos. De entrada elegí un queso de cabra con emulsión de  remolachas, de principal ravioles de provolone y hongos (los ví pasar en la mesa de al lado, no pude resistir a la tentación, y claramente no me defraudaron), y de postre un clasico alfajor, pero relleno de helado de dulce de leche. Un diez. Cada plato, además, estaba maridado con un vino distinto, y para el postre me sirvieron un tinto fortificado espectacular.


 

Día tres: la tristeza de empezar a despedirse

Pocas cosas son más tristes, cuando estás haciendo algo que te encanta, que saber que se está por terminar. En esos momentos es cuando tratas de que cada instante sea eterno, cada imagen dure para siempre y cada bocado sean mil. Así fue mi último día en Mendoza, y tanto  lo quise estirar que casi termino perdiendo el avión. Pero no lo perdi, así que ya estoy pensando en volver.

Como no podía ser de otra manera, el tercer día tuvo, como los primeros dos, experiencias maravillosas.

Primera escala: Casarena 

La bodega Casarena se especializa en single vineyard y defiende la identidad y el terroir de Luján de Cuyo.  Sus cuatro fincas en Agrelo y Perdriel llevan los nombres de los  nietos de los dueños (Owen, Lauren, Naoki y Jamilla) y producen vinos muy diferentes.

La finca Jamilla es la que rodea a la bodega, construida hace casi cien años y completamente remodelada. El arte es un elemento distintivo; cuatro artistas locales están terminando de pintar murales con los nombres de los cuatro viñedos, y tienen también cuadros de ellos colgados en las paredes del restaurant y del wine shop.

El restaurante está orientado a la finca; todas sus mesas tienen forma de “esquina”, con todos los puestos mirando hacia afuera, casi como si fuera un teatro. Como el almuerzo lo teníamos previsto en otro lugar pero no queríamos dejar de probar al menos un poco del menú, Juan Ventureyra nos preparó una pequeña selección. De entrada, brócoli con crema de limón; después, uno de los platos más sorprendentes  que probé: yema curada, rebozada en nueces y frita (sisi, la mejor parte del huevo, tan perfecta que daba pena romperla, pero deliciosa), con humus y nueces fritas,  y una provoleta con cenizas de hinojo. Lo acompañamos con tres malbec 2016 pero de diferentes viñedos: Naoki, Jamilla y Lauren, para probar las diferencias entre cada terroir.

El dato: Juan me explicó cómo hacer la yema curada. Si me animo y me sale bien, otro día les enseño. Sino, les recomiendo que vayan a probarla ahí, me lo van a agradecer.

 


Segunda escala: Susana Balbo

Para muchos, Susana Balbo es la mejor enóloga de la argentina. Después de haber trabajado en otras bodegas en distintos lugares del país, en 1999 hizo realidad el sueño de su bodega propia, y comenzó su aventura en Luján de Cuyo. Hoy, según Tim Atkin, hace el mejor rosado del país, y trabaja con sus hijos, que comparten su pasión.

Su restaurant, Osadía de Crear, también presentó un menú para el festival, con productos de estación de productores argentinos. El primer paso fue un zapallo asado con mayonesa de ajo negro y yogurt casero, acompañado de un Malbec Rosé de la línea Crios. El segundo, chivo con puré de manzanas y ocas (una variedad de papas del norte del país), acompañado de Susana Balbo Signature Malbec. En mi caso, también lo acompañé con una copa del Signature Rose, porque lo amo (la botella, además, viene con un tapón de cristal). Y el postre, una granita de frutos rojos y yogurt espumoso con semillas de sésamo garrapiñadas y arándanos, súper bien logrado, fresco y con la diversidad de texturas justa. El vino para cerrar la tarde fue un cosecha tardía de Malbec espectacular.

El jardín de la bodega es ideal para la sobremesa. Sentarse a tomar un café o descansar en el pasto son de esos pequeños placeres de la vida.


Bonus Track: Lagarde 

Ya les dije que no tenía ganas de irme. Así es que, ante la primera consulta acerca de si queríamos pasar por Lagarde antes de volver a buscar las valijas, la respuesta fue SI. Aunque no llegué a  probar el restaurante Fogón (ahí también se luce Lucas Olcese), la visita valió la pena. Es una de las bodegas más antiguas del país (este año cumple  122 años), y desde hace 50 años está manejada por la familia Pescarmona, que le imprimió su identidad de bodega familiar. Sus vinos tienen certificación orgánica, y en la finca además hay una huerta que sirve para abastecer casi todas las necesidades del restaurant. La terraza, cubierta por guirnaldas de luces y con vista a las viñas, es un lugar de ensueño, ideal para las tardes de primavera oo verano. El shop tiene, además de vinos, productos locales que van desde miel, especias, conservas, olivas y condimentos, hasta joyas hechas por artistas mendocinos. En fin, destino pendiente para volver con más tiempo.

El festival Almalbec está tan bien organizado y logrado, que me cuesta transmitir con palabras todo lo que me llevo. La buena noticia es que la próxima edición ya tiene fecha. Entre el 12 de abril y el 3 de mayo de 2020, la cita con los vinos y la comida más rica está hecha.

Más información: www.almalbec.com

Reservas: www.guiamendozagourmet.com

Agradecimientos: Gobierno de Mendoza, Ente de Turismo de Mendoza, Hotel Ritz

Direcciones:

Club Tapiz Ruta 60 km 2,5, Pedro Molina s/n, Russell, Maipú, Mendoza, Argentina. www.club-tapiz.com.ar

Ruca Malen Ruta Nacional 7 km 1059, Lujan de Cuyo, Mendoza, Argentina. www.bodegarucamalen.com

Hotel Sheraton Mendoza Primitivo de la Reta 989, Mendoza, Argentina. www.marriott.com/sheraton/mendoza

Terrazas de los Andes Cochabamba y Thames, Luján de Cuyo, Mendoza, Argentina. www.terrazasdelosandes.com

Rosell Boher Lodge Servidumbre de paso s/n entre Ruta Provincial S6 y Ruta 7, Mendoza, Argentina. www.rosellboher.com

Trapiche Calle Mayorga s/n, Maipú, Mendoza. www.trapiche.com.ar

Casarena Brandsen 595, Luján de Cuyo, Mendoza. www.casarena.com

Susana Balbo Cochabamba 7801, Agrelo, Mendoza. www.susanabalbowines.com

Lagarde San Martín 1745, Mayor Drummond, Mendoza. www.lagarde.com.ar

 

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