”Bienvenido a casa”, dice el cartel que te recibe al bajar de la autopista. Y, aunque lejos estoy -al menos por ahora- de mudarme a la capital de la provincia, dos días en La Plata me bastaron para encariñarme con la ciudad, descubrir rincones divinos y una gastronomía de alto nivel.
La apertura del hotel Grand Brizo -el primer cuatro estrellas superior de la ciudad- fue la excusa perfecta para conocer un lugar al que sólo había ido para hacer trámites. Bulevares, muchos espacios verdes, una catedral de ensueño y diagonales que ponen a prueba el sentido de ubicación hasta del más atento, fueron sólo una parte de lo que pude ver en un fin de semana que, reconozco, tuvo más de descanso y comida que de caminatas, pero que me dejó con muchas ganas de volver. Por eso, les comparto algunos de los lugares que más me gustaron.
Dónde hospedarse
El hotel Grand Brizo es un lujo y, además está en pleno centro. Inaugurado a mediados de febrero, todavía tiene ese “olor a nuevo” que me encanta. Las habitaciones son súper amplias, con decoración moderna y elegante y camas tan pero tan cómodas que solo querías dejar para subir a disfrutar de la piscina (en el último piso, con una vista impresionante). Todas tienen, además, máquinas de café Nespresso. Tiene Spa, un gimnasio con máquinas de última generación, una pista de running y un bar con cocktelería de autor al costado de la piscina. El servicio es muy bueno. Nos recibieron con un plato de frutas frescas y nos hicieron sentir en casa durante toda la estadía.
La merienda: Berry Bistró
Cuando sos fan de las cosas dulces, y la merienda es tu momento favorito del día, es dificil elegir dónde ir. Dimos varias vueltas buscando ese lugar “mágico” que nos invite a entrar, hasta que llegamos a Berry Bistro.
En la esquina de las calles 11 y 49, esta casa de con origen en San Martin de los Andes nos conquistó a primera vista, con una decoración cálida y muy cuidada en los detalles (lucesitas, maquinaria vintage, madera, mucho color) y una repostería original.
Nosotras elegimos la torta invertida de anana y coco (muy buena), pero también había tortas de frutos rojos, durazno y ciruelas, brownies con marroc o mantecol, muffins de avena, peras y moras (entre otras variedades), scones, etc. También ofrecen ensaladas, sandwiches y varias opciones saladas para todo el día.
En Berry se destacan también las cervezas artesanales, y hay un almacén gourmet donde se pueden comprar productos patagónicos.
La cena: Los fuegos de CityBell
A CityBell le falta prensa, sin lugar a dudas. Porque se convirtió en un polo gastronómico espectacular, pero pocos en Buenos Aires lo conocen. El restaurant elegido para cenar fue Los Fuegos, un lugar al que hace tiempo tenía ganas de ir, y definitivamente supero mis expectativas. Un jardin hermoso te da la bienvenida. La cocina del lugar es abierta, a la vista de todos, y está equipada con la tecnología más completa para las distintas técnicas de cocción.
El joven chef Julian Ríos elabora platos con productos de estación, muchos de ellos de su propia huerta, y utiliza técnicas super sofisticadas, aprovechando también el equipamiento de primer nivel con el que cuenta. La presentación es lindísima (los platos de sitio están pintados a mano por distintos artistas) y la relación precio-calidad del lugar es excelente.
Nosotros probamos varias entradas (chupetines de provolone, mollejas a la chapa con espuma de maiz y chimichurri, y una sopa cítrica con langostinos) y, como principal, comí uno de los ojos de bife más ricos de mi vida, al punto “bleu”, con parmentier de romero, gratin de papas, escamas de cebolla y un huevo apanado que es la gloria. El cerdo confitado con durazno en texturas también estaba buenisimo, y el risotto al nero di seppia con alubias y tubo de calamar tenía el sabor y cremosidad justos. De los postres, me quedo con el couland de chocolate (un volcan). Los fuegos es, sin dudas, un lugar para volver.
Paesano, pizza napolitana en serio.
Una de las cosas más lindas de caminar por lugares nuevos sin un plan determinado, es poder elegir en el momento dónde entrar. Eso nos pasó cuando, caminando por la hermosa calle 51 (tiene un boulevard en el medio que la convierte en un paseo en si misma), llegamos a la esquina con la calle 4 y vimos Paesano Rosso, un restauarante de comida italiana lleno de color, vidrieras con frascos de conservas, botellas de aperitivos y amaros, y adentro un horno pizzero que nos miró como diciendo “sí, es acá”. Tuvimos que hacerle caso.
Nos contaron que el chef, Leandro Barroso, viajó a Napoli a aprender los secretos de la pizza, y en su recorrido también recorrió Roma, Firenze y Milán, para descubrir los distintos sabores de la pasta artesanal. Tanto las técnicas como los productos que usan son italianos (la diferencia se nota ya en la salsa de tomate, San Marzano DOP que importan especialmente; la pizza se hace con harina 00, y tienen excelente muzzarella de buffala y fior di latte) y el toque final lo da ese horno a leña que cocina a 450 grados. El resultado es espectacular. Nosotras comimos de entrada la burrata con tomates caramelizados y pesto genovese, unos picci di patate ai funghi (una pasta rellena de papa, parmesano y cebollas, espectacular) y la clasica pizza margherita, tanto o más rica de lo que esperaban. Nos faltó probar los postres (no nos entraban) pero es una buena excusa para volver.
Merecen tambien un comentario los tragos. La carta es amplia y variada, y se puede disfrutarlos tanto on la comida como de aperitivo, en la terraza del lugar que es preciosa.