Noviembre suena a vino: Dante Robino celebra el Mes del Vino Argentino con música y copas

Aunque se tome todo el año, el vino argentino tiene
su propio día, el 24 de noviembre, (fecha elegida en honor al día en que se firmó el
decreto que lo declaró bebida nacional, en 2010) y es la excusa perfecta para
celebrarlo durante todo el mes. En Bodega Dante Robino, este festejo se traduce en
experiencias que mezclan música, vino y encuentros que van desde Buenos Aires
hasta Mendoza.
La primera parada será el 5 de noviembre en Homero, un piano bar recién abierto
en Palermo donde todo gira, obviamente, alrededor del piano. Esa noche, Dante
Robino presenta una cata a ciegas distinta, que une vino y música en una misma
experiencia.
El recorrido empieza con un juego de aromas para afinar el olfato y sigue con una
degustación guiada por la sommelier de la bodega, que avanza vino a vino mientras el
pianista acompaña cada etiqueta con notas elegidas para reflejar su carácter.
Después, los participantes tendrán el desafío de adivinar qué probaron. La experiencia
incluye un tapeo y las entradas se reservan por Instagram (@homero.bar) y el bar
queda en Serrano 1141.
El 23 de noviembre, la ruta sigue hacia Mendoza para una nueva edición del Festival
Dante Blends, que vuelve a los jardines de la bodega, frente a la cordillera y rodeado
de viñedos. Esta fecha pone el foco en la escena mendocina, con un line up integrado
por las bandas locales Magnolia, Batos, Pasado Verde como figura central y un DJ
set de Manu Dabul para el cierre. Un atardecer al aire libre para disfrutar de buena
música, copas y lo mejor de la gastronomía local. Las entradas ya están disponibles
hay seis cuotas sin interés con Banco Supervielle.
Además, durante los viernes de noviembre se suma un nuevo ciclo de sunsets en la
bodega: Rituales Dante, con degustación libre de vinos, propuestas
gastronómicas y DJs en vivo. La primera edición será el 7 de noviembre. La
agenda completa de actividades en Mendoza se puede consultar en
https://linktr.ee/dante.cocinalocal
Porque el mes del vino, más que una efeméride, es una manera de reconocer a esta
bebida como parte de nuestra identidad: un producto que nace en la tierra, se
transforma en cultura y termina siendo motivo de encuentro. Y eso —más que
cualquier decreto— hay que celebrarlo.

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